Christofer Renteria
Los químicos de la época de BOYLE estaban poco preparados para aceptar sus ideas, pero en cambio, atraídos por sus experimentos acerca de los gases, investigaron con estas nuevas substancias y estudiaron de una manera general el problema de la combustión.
Se debe a Georg Emst STAHL (1660-1734), químico y médico alemán, la teoría del flogisto, que aunque falsa, tiene no obstante el mérito de ser la primera teoría capaz de coordinar el conjunto de los fenómenos esenciales de la combustión y de la reducción. STAHL basa su teoría en las ideas del alquimista alemán J. J. BECHER (1635-1682), el cual, al admitir el elemento terroso, el elemento combustible y el elemento metálico no hace más que desarrollar la vieja noción de los tres elementos cuyo origen debe buscarse en las «exhalaciones» de ARISTÓTELES; un claro ejemplo de la pervivencia de las ideas.
La teoría del flogisto, conocida también como «sublime teoría», supone que toda sustancia combustible, tal como un metal, contiene un «principio inflamable», denominado posteriormente, flogisto; en la combustión se desprende el flogisto con acompañamiento de luz y calor y queda un residuo, la “ceniza” o “cal” del cuerpo combustible. Cuanto más inflamable es un cuerpo tanto más rico es en flogisto. El proceso de combustión puede expresarse en la forma simplificada siguiente:
Metal (en la combustión) à Cal + Flogisto
El principal interés de la teoría está en que explica el fenómeno inverso de la combustión, la reducción, pues si se calienta la cal (las cenizas metálicas) con una sustancia rica en flogisto, tal como el carbón, ésta cede su flogisto a la cal y el metal se revivifica. Esto es, abreviadamente,
Cal + Carbón à Metal
Así, por ejemplo, el plomo calentado en el aire se transforma en un compuesto amarillo, el litargirio; el plomo es litargirio más flogisto. El carbón, arde y casi no deja cenizas; es flogisto casi puro. Si se calienta litargirio con carbón recupera la cantidad precisada de flogisto y se convierte de nuevo en plomo metálico.
Varios metales tratados por diversos ácidos desprenden el mismo gas, el aire inflamable (nuestro hidrógeno), que era así considerado como el flogisto común a todos los metales. El negro de humo era imaginado como flogisto puro.
Varias dificultades se presentaron a la teoría del flogisto. Se sabía, que al calcinar un metal y formarse su cal aumentaba el peso, esto es, la pérdida del flogisto era acompañada por un aumentó de peso, y también que el aire era necesario para la combustión. El primer hecho pudo explicarse mediante la hipótesis fantástica adicional de que el flogisto tenía un peso negativo, y el segundo al suponer que un medio era necesario para absorber el flogisto análogamente a como una esponja absorbe el agua, si bien no se comprendía la razón de que el aire residual ocupase un volumen menor que el aire primitivo.
La teoría del flogisto, ejemplo claro del carácter provisional de las teorías científicas, pudo servir de guía a los grandes investigadores del siglo XVIII cuya labor experimental constituye la base de la Química como ciencia. Citaremos unos pocos nombres.
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